Todo lo que conocias, esta a punto de cambiarestas lista para eso?

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lunes, 30 de mayo de 2011

SI, PARA SU INFORMACION, ESTOY VIVA AUN

Bueno, no se que decir, porque me faltan palabras para decir lo apenada que estoy y lo mucho que lamento el tiempazo laaargo en el cual estuve "ausente". la vuelta a clases me pegó duro y costó un poco ponerse al tono (aunque humildemente lo he ido llevando muy bien :D), pero en fin, quisiera ofrecerles mis mas sinceras disculpas por haberme pedido tantas cosas y por haber estado tambien ausente en el MSN tanto tiempo.


Y para compensarlos (si es que se puede), les traigo un cuentito cortito que escribí hace unos días en una oleada de inspiración. se lo dedico a mi madre, que hoy cumple años y a la que adoro con mi alma.


Aquí les va:



EL MAESTRO PINTOR
Fría era la tarde, cuando se sentó, en su sillón favorito, el más mullido de toda la biblioteca, a tomar calor junto a la gran estufa a leña. Había pasado todo el día haciendo recados por la ciudad, y ahora, sus dedos entumecidos, buscaban en vano el calor del fuego, tratando de volver a hacer circular la sangre.
Acomodándose la bata roja que le cubría los hombros, el anciano hombre recogió distraídamente de la mesa ratona a su derecha, un pesado y desgastado álbum negro. A pesar de sus años, el libro parecía cuidado, como si su propietario tuviera especial cuidado en limpiarlo y sacarle el polvo todos los días.
Lo abrió torpemente, con una fuerza que hizo que una de las fotos amarillentas se desprendiera del papel y cayera al suelo. El hombre suspiró cansinamente y, apoyándose en uno de los apoyabrazos del sillón, la recogió, observándola atentamente por unos instantes.
En ella, cuatro muchachos de cabellos muy negros posaban junto una atractiva mujer de mediana edad. De fondo, una enorme casona de gruesas paredes crema y techo de tejas rojas, se alzaba imponente, casi como una fortaleza.
El anciano sonrió.
¡Cuanto había cambiado esa casa desde ese momento! Cuanto había cambiado él mismo en ese momento.

Y es que el Mundo entero estaba cambiando.
Una nueva oleada de cultura e ideologías se había expandido por todo el viejo continente, viajando incluso más rápido que los herrumientos ferrocarriles de la campiña. Y Paris, como capital bohemia de las artes y la expresividad, no había sido la excepción.
Cientos de inmigrantes y campesinos de boina y chaleco habían emigrado a la seductora ciudad del amor, buscando aquella llama de inspiración que venia escapándoseles desde sus remotos pueblos de origen. Tanto es así, que, en menos de dos años, las pensiones se habían llenado de inquilinos, de nacionalidades e idiomas diversos, que buscaban aquel sentimiento de libertad del que tanto se sentían privados.
Poetas enamorados, dramaturgos estrafalarios; y sobre todo, pintores.
Y ante semejante oleada de inmigrantes, los viejos vecinos  de Paris habían encontrado, así como por casualidad, un muy verosímil negocio, del que se había hecho tradición formar parte. Las viejas y amplias casonas, especialmente aquellas ubicadas en los barrios “revolucionarios” del corazón de Paris, abrían ahora sus puertas a los pintores y escritores famélicos, quienes apenas podían pagar media cama en  una verdadera pensión. 
“L’ blue Canard” era sin ninguna duda, una de los más populares residencias de esta categoría.
Dos pisos de crujiente madera y Altas paredes blancas servían de cobijo para los autoproclamados “Hijos de la Revolución”, quienes, como pequeñas avispas, habían invadido con rapidez inaudita el tan exótico y viejo barrio de Monmartré.
Y así, entre brochas y plumas, viejos libros y lienzos frescos, habían crecido los cuatro hijos de madame Valois.
Viuda desde hace años, madame Valois se había establecido con sus cuatro hijos pequeños en la vieja casa paternal de su marido, desde que este muriera de tuberculosis cuando estos eran apenas unos niños. Meses transcurridos, su situación económica la había forzado a alquilar las pequeñas piezas sobrantes de la gran casona, ganando con ello una pequeña renta, no muy grande, pero lo suficiente para subsistir.
Poco sabia ella, que su emprendimiento tendría tanto éxito, y que, en menos de dos años, “L’ blue Canard” se había convertido en uno de las pensiones por excelencia, en donde habitaban actualmente unas doce personas.
Entre pintores y poetas, las cuatro criaturas habían desarrollado un sentido de la cultura exquisito, y disfrutaban sentarse todas las tardes en las terrazas, donde los artistas se reunían a aprovechar la tenue luz del crepúsculo como fuente inspiración.
 Sin embargo, en quien más pasión había despertado esa nueva oleada de cultura que se había expandido en Paris era al pequeño Elliot.
El más joven de los hermanos Valois, con solo seis años había desarrollado un interés por el arte, tan profundo, que había llegado incluso a llamar la atención de su propia madre.
Porque el niño amaba pintar.
Era su costumbre acomodarse todas las tardes junto con los pintores, jugueteando con los pomos y, ante cualquier descuido de su dueño, robando los pinceles para realizar una “última pincelada” a sus trabajos, cosas que siempre le ocasionaban más de un problema; principalmente con madame Leroy, quien, además de vieja amiga de su madre, se encargaba de hacer la limpieza del lugar.
Pero más allá de todos los artistas que habitaban su hogar, solo uno, de entre los doce, había logrado cautivar por completo su precoz mente.
Nadie sabía su verdadero nombre, ni recordaba el momento exacto en el que había arribado; pero todos daban por sentado su existencia en la casa. Como una sombra permanente, casi parte del decorado, el viejo maestro pintor solía sentarse bajo la sombra de uno de los raquíticos árboles que adornaban el patiecito, pincel en mano y una mirada vacía que parecía mirar muy por encima de tu hombro.
El hombre era ciego.
Nadie sabia nada de el, más de que rondaba los sesenta y amaba pintar. Corría un rumor, de que antaño, había sido un pintor famoso y reconocido; uno de los tantos artistas perdidos en el olvido, tras la llegada de otros más frescos y nuevos. Ahora, no era más que un viejito pintando a la sombra del verde. Más aun así, sus pinturas parecían cobrar vida con cada pincelazo por parte de su autor, como si en cada gota fuera una parte de su propia vida. Tan maravillosa vista era elogiada y admirada por todos los habitantes y vecinos de Monmartre, elogios que el viejo ciego recibía con un humilde movimiento de cabeza.
¿Es que, como era posible que un pintor, cuya vista representaba para él su principal herramienta, careciera de ella y sin embargo, lograra tal exquisita combinación de realismo y fantasía en una sola pieza?

Y así pasaron los años, el pequeño Elliot creciendo cada día, estudiando cuidadosamente al viejo pintor, siempre de lejos, como si temiera disturbarlo de su casi ceremoniosa tarea de pincelar el lienzo. Soñando con algún día conocer aquella tan preciada técnica de pintura que el maestro insistía en esconder.

Fue así un día, que, al tener Elliot dieciocho años, decidió por fin acercarse al viejecito, la curiosidad no pudiendo aguantar más en su pecho. Pensaba marcharse el mes siguiente, siguiendo su sueño de convertirse en un pintor exitoso y de conocer lugares exóticos; y se negaba rotundamente, a marcharse sin haber antes aprendido los secretos de aquel a quien tanto había admirado en su niñez. Sabia que accedería a ser entrevistado; ya que a pesar de callado, el hombre era muy gentil.
Lo encontró pues, como todas las tardes, empotrado en su vieja silla de madera, a la sombra de su árbol.  Lentamente, con paso rígido y cauteloso, se le aproximó, como si temiera ahuyentarlo si aceleraba el paso.
Le fue observando fijamente los ojos, de aquel azul tan profundo y sereno, que, si no hubiera sido por el semblante vacío que expresaban, hubieran sido muy hermosos.
-Disculpe-murmuró, mientras se paraba frente a él, expectante e impaciente.
Se produjo un corto silencio, profundo como un abismo, antes de que el hombre abriera la boca, sin retirar la vista de la nada que observaba con tanto ahínco.
-En que puedo ayudarte hijo- su voz era áspera y seca, como si hubiera pasado días sin probar gota de agua. Sin embargo, había impreso en ella, un cierto aire de sabiduría.
El muchacho tragó saliva, y, dándose ánimos, arrimó una silla de una mesa cercana y se instaló junto al viejo, cuya silla estaba enfrentada a un gran lienzo. En él, plasmado, casi como una fotografía, un hermoso paisaje primaveral se extendía por la tela, lleno de colores tan vivos que parecía real.
Abrió los ojos Elliot de par en par, impresionado por el trabajo, a la vez que su boca se abría ligeramente; más se apresuró a recobrar la calma y habló nuevamente.
-Es una muy buena pintura- elogió con timidez.
El hombre sonrió, aun mirando hacia el frente.
-¿Si? eso es bueno. No estaba seguro de si había logrado expresar la imagen correctamente.
Desconcertado con esa declaración, el muchacho estaba a punto de manifestar su duda, cuando sus ojos se fijaron en la pintura nuevamente. Inmediatamente, su seño se frunció, como si hubiera encontrado allí algo que no cuadraba.
El hombre pareció notar esto enseguida
-¿Ocurre algo hijo?- preguntó en voz alta, más su vista seguía clavada en el horizonte.
Elliot vaciló un instante
-Bueno- comenzó titubeando- es que…se trata de las flores que usted ha pintado, los tulipanes a un costado del lago.
En efecto, a unos pasos del agua casi turquesa, el hombre había pincelado unos delicados tulipanes azules, inclinados ligeramente hacia la derecha, como si el propio viento lo estuviera meciendo.
-¿Las flores? ¿Qué ocurre con ellas?
-Pues verá-otro titubeo- he visto muchos tulipanes en mi vida, muchos de ellos rosas, aunque casi todos rojos. Pero…nunca había visto un tulipán azul. Es más, por lo que he leído, no creo que existan.
Silencio.
Aguantó levemente la respiración mientras esperaba la respuesta del otro, temiendo que el viejo maestro pudiera enfadarse ante tal impertinencia.
Sin embargo y para su sorpresa; la cabeza del viejo giró lentamente, hasta que sus ojos azules se encontraron con los suyos. Fruncido el seño levemente, el hombre depositó el pincel a un costado y por primera vez, sus ojos parecieron mirarlo de lleno.
-¿Y quién te ha dicho a ti que no existen?- preguntó severo, más no enfadado.
-Pues, yo nunca he visto….
-Que nunca lo hayas visto- interrumpió tranquilamente- no significa que no sea real. Solamente significa que has estado tan ciego que no lo has visto antes. Hasta ahora.
El muchacho fue a replicar, más  no tuvo tiempo; ya que el anciano continuó.
-Todo lo que necesito es que existan- y con esto, señaló con su dedo índice la parte superior de su cabeza- aquí.
Una nueva ola de desconcierto le invadió, y con un murmullo lleno de curiosidad, dijo
-Disculpe, pero no le entiendo.
El anciano esbozó una juvenil sonrisa.
-Supongo que crees que solo soy un viejo ciego y loco que no sabe de lo que habla ¿me he pasado mucho tiempo sin ver, y ahora, no recuerdo ni los colores de las flores?
-¡No!-saltó- ¡Yo nunca me atrevería a insinuar…!
-Escucha hijo- colocó una arrugada mano sobre el hombro del chico. Para su sorpresa, la mano estaba tibia- una de las cosas más importantes que un pintor debe aprender en su vida, es que; no importa que sus ojos no puedan decirle qué debe pintar o cómo, ya que siempre tendrá una herramienta mucho más valiosa que esa
-¿y cual es esa?- Elliot ladeó la cabeza.
-Su imaginación- susurró el viejo con aire místico, mientras volvía a tocarse las sienes.- Hijo, en mi mente, puedo imaginar lo que sea. Todo este paisaje que tú vez, lo he creado yo, a mi antojo.
Elliot asintió
-Los artistas de hoy en día viven presos, obsesionados con lo que ven. O mejor dicho de lo que creen ver. ¡Al diablo con eso! la vista puede ser el más engañoso de los sentidos. Es el hecho de haberlo creado con tu propia imaginación lo que lo hace tan hermoso. Y si en mi mente los tulipanes son azules, pues que así sea.
-Entonces- Elliot se aventuró a hablar, inseguro- esta pintura es… ¿perceptiva?
Su sonrisa se ensanchó.
-Podrías llamarlo así. Yo prefiero decir que pinto lo que siento.
-Pero ¿por qué? ¿Por qué seguir pintando cuando usted- tragó saliva el muchacho, seguro de que esta vez sí lo irritaría su indiscreción- no puede ver qué es lo que pinta? No puede apreciarlo, ni podrá nunca.
Se giró nuevamente la cabeza del viejo para enfrentarse a la suya, sus ojos, dos orbes vacíos, clavados en quién sabe donde. Sin embargo, había  seguridad y paz, mucha paz, reflejada en ellas.
-Porque-su voz retumbó en su cerebro, y esas palabras, dichas aquella tarde, se grabarían a fuego en su memoria hasta el fin de los tiempos- la pintura, es algo que solo puedes ver desde tu interior. La pintura, hijo, es la ventana del alma.

Levantose del mullido sillón de cuero, y, agarrando cuidadosamente su largo bastón de madera, dejó la descolorida foto en la mesa ratona y salió de la habitación. Atravesó el frío pasillo hasta una de las puertas del fondo. Sus dedos temblorosos hicieron girar la gran llave dorada que mantenía colgada en su pecho y, con un chasquido sordo, la puerta se abrió.
El inmediato olor a polvo y óleo invadió sus fosas nasales, una oleada de viejos recuerdos que volvían hacia el. De pronto, se sintió cuarenta años más joven.
Avanzó por entre los trastos, cuidando no tropezar con los tantos artefactos apilados desordenadamente, hasta que por fin dio con lo que buscaba. Tomó la pesada tela sucia que lo cubría y, con un firme tirón, la corrió, dejando al descubierto el polvoriento lienzo que permanecía debajo. Los colores todavía se sentían vivos y calidos; y las flores, junto al lago, aun parecían ser mecidas por el viento.
Aquellos tulipanes azules…
El anciano sonrió, y, tomando uno de los pinceles apilados en una desgastada mesa de madera, se sentó en un taburete apolillado. La luz se colaba tenuemente por las cortinas, dándole un halo místico a la habitación.
Y así, el hombre cerró los ojos, y dejó que se abriera, una vez más, la ventana de su alma.

FELIZ CUMPLE MAMÁ HERMOSA, TE AMO SOS TODO 
De nuevo, disculpen la tardanza :), se los quiere

2 comentarios:

  1. Wujuuuuu ! estas vivaaa :B ^^
    me gusto el cuentoo c;
    cuidate bye c:

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  2. Por lo menos ahora se que no te han secuestrado y no tengo que llamar a los GEOS xD
    Espero que ahora te dejes ver un poco más por aquí, se te echaba de menos :)

    Por cierto, me ha gustado mucho el texto. Un detalle bonito es que se lo dediques a tu madre, pero más bonito me ha parecido la forma en la que lo has escrito y el argumento. Me ha encantado la lección que le da el anciano al joven, porque es verdad. Me ha encantado jeje

    Muchos besos ^^

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